Incluso si tenemos la impresión de que un vegetal se desarrolla sin reglas aparentes, hay unos mecanismos particulares que están actuando. Podemos perfectamente ajardinar sin preocuparnos de conocer estas reglas, pero conocerlas nos ayuda a conocer las plantas y, por tanto, a tener éxito en nuestros cultivos.
Todo comienza por el brote o yema
Esta es una de las reglas que tiene menos excepciones en el mundo vegetal: toda rama, hoja o flor (y por tanto futura fruta), nace de un brote. La yema se forma de hojas muy pequeñas, apretadas las unas contra las otras, y que rodean una zona muy pequeña que no se ve a simple vista pero que es esencial; el meristemo. Se trata de una zona donde las células de la planta se multiplican continuamente de forma muy activa para originar las nuevas hojas. Más tarde, al desarrollarse, estas hojas llevan en su costado (en la axila) otra yema y, por tanto, otro meristemo. Si estos brotes se desarrollan, la rama se ramificará. Si no, lo que hará es solo alargarse. En cierta manera, hoja tras hoja la planta se construye.
Numerosos factores condicionan el futuro de las yemas. Generalmente, mientras una yema se desarrolla en el extremo de un tallo, no se desarrollarán las que están situadas por debajo, al menos las cercanas. Únicamente una vez que la rama haya crecido, las yemas situadas por debajo podrán empezar a crecer. Esto también se ve afectado por la cantidad de luz y de savia que reciban las yemas.
Y sin saberlo, usted utiliza este mecanismo. Al podar una planta usted suprime el brote terminal y fuerza a los brotes que quedan y que estaban inactivos hasta entonces a comenzar su actividad. Realmente, les autoriza a ponerse en marcha, ya que ha suprimido la prohibición que mantenía la extremidad del tallo que ha cortado. En algunos vegetales, los brotes inactivos salen difícilmente de su apatía: una lavanda o una Araucaria que han sido cortadas excesivamente nunca se repondrán, mientras que muchos otros vegetales soportan perfectamente este tipo de poda.
Referencias para el jardinero
El meristemo tiene otras propiedades tan interesantes como la que acabamos de ver. Esta zona particular de la yema termina por dar un botón floral. Entonces desaparece. Lo vemos bien en el rododendro, las lilas o el rosal: la extremidad de las ramas tiene una flor y no se prolonga más allá. Son los brotes situados por debajo de la flor los que toman el relevo. No hay que dañarlos, por tanto, cuando cortemos la flor marchita, pues de lo contrario la rama no ramificaría. Hay algunas excepciones, raras, en las que la yema que ha dado flores continua creciendo. Los «limpia tubos» (Callistemon) son los más fáciles de observar, porque los brotes que continuarán el tallo surgen de sus espigas escarlatas. Cortar estas últimas comprometerá, por tanto, el buen desarrollo del arbusto. Esto también sucede con el tomate: los tallos en vez de terminar con una fruta continúan creciendo, pero aquí, por el contrario, hay que detener este crecimiento para favorecer el desarrollo de los frutos.
Finalmente, cuando una planta tiene tendencia a formar numerosos retoños en la base es porque su copa ha perdido todo el vigor, lo que puede ser señal de un problema si este comportamiento no es lo habitual de la planta. Tendrá entonces que observar detenidamente y detectar el posible problema si está aun a tiempo.