Mimar sus plantas es conocer su tierra
Pocas plantas pueden prescindir de la tierra, exceptuando en los Trópicos. Se trata de un elemento fundamental que debe conocerse correctamente: imaginarían alimentar un gato con heno? Para las plantas es un poco lo mismo !
Une tierra tiene numerosas características. Para el jardinero lo más importante será conocer su textura y su acidez. En una tierra ligera y ácida, se tendrá que actuar de una forma distinta que en una tierra pesada y alcalina. Tres componentes rigen la textura de una tierra: la arcilla, el limo y la arena.
La tierra arcillosa, pesada pero generosa
La arcilla vuelve la tierra maleable, pegajosa. A las tierras arcillosas se las llama a veces « légamo » o « tierra de alfarería ». Nos quejamos porque en invierno la arcilla se parece a la masilla y, en verano se agrieta y se pone dura. Se trata sin embargo de un suelo muy productivo, pero que se debe descompactar e airear. No se debe en ningún caso añadir arena o grava a una tierra muy arcillosa, so pena de transformarla en... hormigón ! Aportar turba es posible pero difícil en la práctica porque se mezcla mal con una tierra pegajosa. Alimente más bien su tierra arcillosa con materias orgánicas, como con estiércol descompuesto que debe enterrar. Un trabajo, al principio un poco pesado, pero que le asegurará un jardín exuberante. El boj y numerosos arbustos de gran desarrollo aprecian mucho este tipo de tierra.
La arena, ligera y pobre
La arena al contrario tiene una textura muy suelta. Es imposible trabajarla para hacer un terrón cuando la apretamos entre las manos. Durante el verano, la tierra arenosa tiene tendencia a formar polvo. En invierno nunca forma charcos, aun después de fuertes lluvias. Al contrario de la arcilla, la arena es pobre, porque sus elementos nutritivos son arrastrados por las lluvias, que limpian fácilmente la tierra. Las tierras arenosas son a menudo ácidas, lo que les gusta a las plantas de brezo: rododendros, azaleas etc. Deberán sin embargo aportar algo para enriquecer las plantas, ya sea en abono, compuesto, estiércol, etc. No sirve de nada poner mucho ( ni regar en abundancia ) porque todo será arrastrado en la profundidad del suelo fuera del alcance de las plantas cultivadas.
El limo, bien equilibrado
El limo está entre las arcillas y la arena: una tierra limosa no es ni muy porosa, ni muy pegajosa. Si tienen este tipo de tierra, podrán cultivar numerosas plantas sin tener que modificar la textura del suelo. Este tipo de suelo, sin embargo no es muy frecuente, exceptuando en las proximidades de cursos de agua, en los fondos de los valles, en ciertas regiones del litoral, etc.
En la mayoría de los casos, la tierra del jardín constará de estos tres elementos ( arena, limo, arcilla ) en cantidades variables. Será manipulando la tierra, mirando cómo se comporta el agua, etc que podrá determinar a qué categoría de suelo se acerca. Será entonces cuando podrán considerar las « correcciones » que pueden aportar para mejorarla, es decir los elementos que le permitirán modificar su estructura: estos son los abonos.